jueves, 14 de septiembre de 2017

Estancia infantil

B empezó a ir a una Estancia infantil por ahí del final de julio. Al principio dos horas; luego, casi tres. Es necesario para que yo pueda trabajar. Semanas antes, ella había estado diciendo que quería ir a la escuela. La casa de mi abuela está frente a una escuela y parece que le resultaba atractiva. Yo sabía que no tenía idea de lo que estaba "queriendo", pero pensé que lo tomaría mejor de lo que lo tomó.

El primer día no quería quedarse, pero no fue malo. Los siguientes días fueron de mal en peor: llanto, gritos y una carita que me partía el corazón. Como mis ingresos económicos son irregulares, me sentía fatal cuando no conseguía la meta de trabajo para la jornada o no me depositaban o lo que fuera. ¿Entonces qué caso tenía dejarla? Pero necesitaba -necesito- la oportunidad que me dan esas horas. Sigo trabajando en la noche, cuando se ha dormido, pero ya no me desvelo tantísimo. A veces también trabajo un rato por la tarde, pero dejo para esos ratos lo que puedo hacer con un ojo a la laptop y otro a la criatura; era demasiado estresante pretender pensar en cosas que requieren cierta concentración, cuando estoy al mismo tiempo diciendo "cuidado con la cabeza" o "bájate de ahí".

Volviendo a la dificultad de dejarla, la verdad es que fueron varias cosas juntas para mi niña. Nos cambiamos de casa, lo que para ella significó adaptarse a otro lugar, otra vez. Tenía dos semanas de haber dejado la teta. Y los primeros días fui bastante ineficaz al despedirme. Yo había planeado hacerlo inmediatamente antes de que ella entrara al área donde yo ya no paso; pero la dinámica para entregar a los niños no me lo permitió. Debíamos despedirnos en casa y luego afuera de la escuela. Afortunadamente, incluso en los peores días, nunca salió triste o enojada; alguna vez indiferente, pero casi siempre contenta o muy contenta; por eso me animé a seguirla llevando.

Sigue sin querer ir. Cada mañana dice que quiere quedarse en casa conmigo, pero ya no hay drama. Como decía, la encuentro siempre bien cuando voy por ella... incluso cuando me reportan que hizo esto o aquello indebido.

Nunca sentí miedo de que pudieran descuidarla o hacerle daño. Me importaba mucho no llevarla a ninguna estancia hasta que pudiera hablar, para que más o menos pudiera contarme lo que pasa; nunca se sabe a ciencia cierta, pero confío. Antes de elegir el lugar, puse atención en los conceptos que manejan, en cómo se describen, en los mensajes de sus letreros, en cómo se ven las empleadas al salir -vivo muy cerca-; hasta detuve a una mamá que iba a recoger a su niña, para preguntarle cómo se sentía. La entrevista con la directora me convenció: nada de disciplina punitiva.

Mi problema, aparte de esos primeros días en que me sabía muy mal dejarla llorando, fue aceptar soltarla al mundo que no es nuestro mundo.

Piden una lista de cosas cada mes. Y que veo que piden cereal y galletas. Yo nunca le daba cereal comercial* y las galletas en casa son algo festivo de domingo. Pero bueno: a la hora en que asiste, no toca que le den ninguna de las dos cosas, así que solo llevo galletas de las que considero más apropiadas, por si un día se ofrece. La peinan con liguitas de plástico que maltratan el cabello. Hacen peinados que son casi obras de arte; entiendo que es parte de lo que disfrutan y la niña se ve relinda, así que lo acepto. Pero un día le pusieron gel. A su hermoso y virgen cabello lacio de niña de dos años. Sé que soy una sangrona, pero eso sí pedí que no lo hicieran**. Para acabarla, uno de esos primeros días oí a una de las señoritas decir "no creo que haiga". Ni modo.

La verdad es que, aparte de permitirme trabajar, esas dos horas con cincuenta minutos en que nos separamos me dan un espacio para recargar mi capacidad de disfrutarla. No es el ideal, pero ya que va, pues qué bien por lo bueno. Por ejemplo, me ha ayudado mucho a ordenar el día, de manera que sus rutinas le van mejor: hay noches en las que ella misma dice "hay que descansar".

Normalmente se levanta entre 8:15 y 9:30, así que no tengo que despertarla: duerme lo que quiere. Estamos como a tres minutos a pie, de modo que no hay estrés por la ida o el regreso. Un día que me llamaron porque tenía calentura, hice el caminito en un minuto. También sigue haciendo las comidas conmigo, lo que me parece muy importante. De hecho, su oposición a ir se redujo muchísimo cuando le aclaré que no tenía que comer ahí y le di frases para rehusarse.

Esa es la historia. Estoy agradecida con el personal y aprecio mucho poder llevarla.

* Desde la semana pasada, puede cenar cereal en viernes. El miércoles vio el paquete de trigo inflado en la alacena y empezó la campaña "quiero cereal en miércoles" que hoy se transformó en "quiero cereal en jueves".
** De visita en casa de mi hermana, se puso en el cabello todo el gel que le hubieran puesto estos dos meses en la Estancia; a lo mejor más. 

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. No soy padre y menos todavía madre, pero entiendo que esa primera separación debe ser dura. Más incluso para la madre que para la hija.
    Al día siguiente viene lo que decía Natalia la Bella, nieta de Malque:"¿Por qué voy otra vez a la escuela si ya fui mañana?".

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    1. Eso pensé. Cuando fui a la entrevista con la directora, ella mencionó lo sociable y adaptativa que se estaba portando B. "Se me hace que la que va a batallar es usted", dijo. Yo que tenía la tripa removiéndose, estuve de acuerdo; pero con los días vi que de verdad fue duro para ella, muy duro.
      ¡Me he acordado de esa pregunta de Natalia! Cada vez :D

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  2. Seguro que le costó, pero también parece que os viene bien a las dos.
    La mía lleva una semana, va sonriente y sale sonriente. Aunque el primer día salió diciendo que lo había pasado muy bien pero que no volvía. Creo que ha entendido que es lo que toca y no hay más. El hecho de que sus hermanos vayan al mismo cole ayuda, porque lo ve normal. Aún así, yo se que ella preferiría quedarse en casa.
    Un beso a las dos

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    1. La verdad es que a la que le viene muy bien es a mí; a ella indirectamente en cuanto a que así yo "funciono" mejor.
      Creí que mi sobrina, que la pasa muy bien en su escuelita y que va desde que tenía meses de nacida, en general quería ir; pero parece que no, que preferiría quedarse en casa. Este tema me ha hecho tener en mente a una niña que, un día nevado que su mamá le dijo que no iría a la escuela, gritó: "¡Soy rica, soy rica!" ¡Vaya! Que parece que a muchos niños, lo de la escuela no les resulta genial... Espero que el año que entra, cuando se trate del preescolar, sí vaya con gusto; se me hace que no pinta como para que le guste más ir que quedarse en casa, pero mi aspiración es que vaya sonriente, como la tuya.
      ¡Un beso para ustedes también, Matt! Estoy deseando leer las aventuras escolares de A. Ya esa decisión para anunciar que no volvía, nos deja más que claro que actitud no le falta :D

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