No profeso una religión. Para algunos que me conocen de un lado, esto es extraño porque soy creyente. Para quienes me conocen de otro lado, lo extraño es que sea creyente. El caso es que lo soy, y me resultaría muy conveniente profesar una religión.
La palabra "religión" viene del latín "re-ligare", que a grosso modo, significa "volver a ligar", "unir doblemente", porque la idea de la religión es unir a un conjunto de personas como cuerpo de una
iglesia, y unir a cada una de las personas individuales con Dios, a través de la práctica doctrinaria.
Por eso, la religión viene como anillo al dedo a la necesidad humana de
ser sujeto, es decir "estar-sujeto-a", sin contar con que satisface otras necesidades cuando es verdaderamente el espacio para el desarrollo espiritual, y a partir de las prácticas socioculturales que implica. A menudo, se repiten expresiones como "la religión es el opio del pueblo" o similares, fuera de contexto y desde un entendimiento parco de la religiosidad, la religión y las religiones -que no son la misma cosa-.
Pero volviendo a mi asunto personal:
No me aleja de la religión saber que cada una de las instituciones religiosas, como todas las instituciones humanas, tiene nichos de corrupción y perversión, que en determinados ámbitos, han corroído hasta la médula de la organización.
Tampoco me aleja la comprensión de los mecanismos psicodinámicos y psicosociales del tejemaneje religioso. Conocer y entender el rito y el mito, no me los desvanecen, al contrario. Por más que para otros sea una contradicción: yo sé que Dios es una creación humana, y creo en Él, así con mayúscula, como su pequeña hija, a la usanza cristiana.
Tampoco reniego de la disciplina, y para nada supongo que implique la pérdida de libertad -casi siempre es al contrario: permite la verdadera libertad-, así que no le huyo a preceptos "difíciles". ¡Vaya!: si estuviera camino a ser Testigo de Jehová, no me negaría a rechazar la celebración de cumpleaños por razones como: "todo el mundo lo celebra", "me voy a perder de un gusto", "le voy a dar un disgusto a mi familia"; me negaría porque no comparto sus creencias al respecto... razón por la cual no estoy camino a ser Testigo de Jehová.
Simplemente, no comparto los credos de las religiones que conozco: ni varios de los importantes-esenciales ni muchos de los secundarios, que derivan en "políticas de comportamiento". Así que quedo fuera. Sé que muchas personas profesan una religión sin aceptar su credo totalmente; yo no podría. (Aquí la palabra "aceptar" está muy escogida: se puede aceptar algo que no se cree, por ejemplo, por fe en la autoridad que lo propone.)
Quedar fuera, tiene costo. Si fuera atea, no tendría problema. Si viviera algo así como "la espiritualidad", del modo en que vivo "el teatro", "la ocupación en la universidad", etc., tampoco creo que hubiera problema. Pero yo, desde mi idiosincrática relación con Dios, a partir de mi credo particular, soy religiosa de tiempo completo. No es algo para andarse publicando, pero trato de comunicar que la cosa me importa sobremanera. Uno de los costos de
quedar fuera, es que no hay lugar para exponer o compartir las preocupaciones y los sentires sobre estas cosas... En la adolescencia, como correspondía, podía creer que me las sabía "de todas, todas". Ahora, resiento la debilidad de mi fe. Quien profesa una religión tiene, digamos, "soporte técnico" para alimentarse espiritualmente, y fortalecerse en la fe.
Un día -espero- también me va a preocupar cómo enseñar a mi hijo o hija a vivir su propia relación con Dios...
Silvia Parque