Está el llanto de catarsis que es como el vómito, pero en lágrimas. Sale del pecho, revelando que el pecho tiene una profundidad desconocida, tan honda como el dolor más grande. Este llanto es reparador, o al menos una base para la reparación del alma. Puede dejar el cuerpo extenuado. Le va muy bien a los devastados. Suele valer la pena, porque se lleva la parte que mata, de los venenos que nos tomamos en las relaciones con los demás.
Está el llanto sórdido de la desesperanza, que sale como si los ojos que lloran fueran ajenos a la persona que llora. Es un llanto que puede hacerse cansino hasta dar miedo; que es signo, no de un mal momento, sino de un "estar mal" muy instalado.
Está el llanto limpiador de cuando ya no hay rabia ni nada realmente malo -"ya no", porque lo hubo-. Es el llanto sin drama de la pena clarita y ligera, que se va en la sal de las lágrimas. Un día, una imagen evoca, y lo provoca. Se da, y termina de ser.
Silvia Parque
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