Llamo a la abuela, que viene en camino hacia el centro del país. Le pregunto si empacó la película que quiero que veamos juntas, y me dice que mañana platicamos. Me pregunto si ha pasado algo, y le repito la pregunta original, a la que me contesta algo que no logro conectar con mi pregunta. Me pregunto si está chocheando, y le pregunto algo más, y un par de preguntas-respuestas después, me dice por fin que estaba dormida cuando contestó el teléfono.
En este caso no tiene importancia. Pero cuántas veces continuamos en medio de preguntas y respuestas, con o sin palabras, con o sin signos de interrogación, en condiciones en las que no podemos, ya no se diga entender, sino básicamente: estar con el otro.
Silvia Parque
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