viernes, 20 de septiembre de 2013

La lluvia que se disfruta, que se de detiene


Me gusta pensar que soy del desierto; en realidad soy tan urbana que siempre he sido de mi casa, pero sí pasaron años de mi vida sin que viera llover: por eso no le huyo a la lluvia: me dejo mojar, la disfruto. Me sorprendí hace poco caminando rápido, sintiendo frío, deseosa de los techos que me protegían del agua en el camino; será la edad o que no era mi mejor noche. Ahora llueve.

Dije afuera del consultorio de mi analista, hace días, que no había dejado de llover. Había montones de flores remojadas y ennegrecidas convertidas en basura sobre la calle y la banqueta. Ella señaló cómo en ese momento no llovía, y que toda la mañana no había llovido. No lo dijo, pero para más señas, seguía habiendo flores en el árbol del que habían caído las del piso, y aunque hubieran caído todas, el árbol [este árbol] estaba como si nada.

Los truenos cambian mi plan de salir por la noche. Creo que cuando queda claro que una depende de sí misma, se vuelve conservadora. Me consuelo pensando que con coche sí saldría.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Años sin ver llover... Se me hace extraño. Es como saber que alguien no ha visto jamás el mar.

    Besos, Silvia

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    1. Sí, Telma, esos años hubo niños pequeños que tenían toda su vida sin ver llover... su corta vida, claro, pero era extraño pensarlo :)
      ¡Besos!

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