sábado, 14 de septiembre de 2013

Hacer la excepción y los despistados impresentables

Haciendo que se aplique una normativa impopular en la universidad, me ha tocado escuchar últimamente, variedades más o menos explícitas de: "¿puede hacer una excepción?", que a veces se acompañan de un acusativo: "pero si quisiera, podría". No lo creen, pero es irrelevante lo que yo quiera: hay criterios establecidos que marcan cuándo se hacen excepciones y qué clase de excepciones. Se me da mal subordinarme, pero para estas cosas es una bendición: si tengo duda, consulto con mi jefa; si la persona se niega a aceptar la aplicación de la norma, le envío con mi jefa.

Comprendo el agobio y la frustración que causan algunos anuncios que doy; lamento las dificultades que traen aparejadas. Me toca ser amable, aunque llegado un punto, me canso; eso es problema mío, y hago lo humanamente posible porque no afecte la forma en que trato a los estudiantes. Que sean educados, ayuda mucho; que no sean educados, entorpece... Ayer llegó una joven a dar la instrucción a mi compañera de que hiciera X cosa que de hecho, mi compañera iba a hacer. Pero sucede que la joven no tiene autoridad para dar instrucciones, y a mí, de por sí suele entrarme la necesidad de poner en su lugar a los despistados que se olvidan de que, al menos ahí son universitarios, y no mimados impresentables.

Silvia Parque

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