sábado, 18 de mayo de 2013

Muchas temporalidades

En el día que dejo de esperar.

Es muy conocida esa explicación de la relatividad atribuida a Einstein, de que a un hombre sentado una hora junto a una mujer hermosa, la hora le parecerá un minuto, mientras que un minuto encima de una estufa caliente, le parecerá una hora. Sabemos que el que espera, desespera, desde que fuimos conscientes de que había que atravesar todos los días entre el día en curso y el día de navidad. Lo que me llama la atención es que el tiempo pueda sentirse veloz y lento a la vez.

A menudo quedan cosas sin terminar en el trabajo, porque la hora de entrada se ha convertido en la hora de salida, quién sabe cómo, pero de sobra constatado por el cansancio del cuerpo y la mente. Si es temporada de mucho quehacer laboral, el fin de semana pasa lo más rápido que puede: no vayan a quedarse esperando mucho los pendientes... Y sin embargo, entretanto, el mundo parece en cámara lenta, acercándose a una fecha, un evento, una señal que se está esperando.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Justo acabo de escribir sobre eso. Hay veces que parece que el tiempo se paraliza esperando. Un beso.

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    1. Y yo creo que la parálisis del tiempo es la muerte, así que dejo de esperar en el sentido de una detención expectante. Esas esperas no son buenas. Está la espera activa de a fe, esa sí. La otra podría poco menos que enloquecerme.
      Un beso, Susana.

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