Ayer decidí que no lavaría ropa, porque iba a llover. En realidad, decidí que no lavaría ropa, porque no quise hacerlo; ¿qué podría tener que ver, el hecho de que, como todos los días de la temporada, seguramente llovería?
Efectivamente, llovió, y no tengo secadora de ropa, ni un patio techado. Pero ¿eso hace que los habitantes de esta comunidad dejemos de vestirnos, y por lo tanto, de ensuciar ropa? Hoy lavé. Llueve. Y seguirá pasando.
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