domingo, 1 de julio de 2012

Autonombrarnos

Ayer leí un cuento que disfruté mucho: "Pulgas en la cama", de Elizabeth Martínez (publicado en el número 20 de la revista Separata). En uno de sus últimos párrafos, dice:
Hoy dejo de ser anónima. Abandono tu seudónimo seleccionado de ese libro guardado en el cajón de tu buró. Tu seudónimo que me define como persona procedente de los cielos; cuyo origen me hace persona de buen humor y muy alegre. Tu seudónimo alusivo a mi persona comprensiva con todos a su alrededor, familia incluida [...] Escojo mi nombre sin saber si puedo no ser tuya. Puedo (dando) intentar (la) ser (espalda) alguien (ya) que (no) sea (importa) nadie; no tengo que ser tu persona [...]
Es significativo para mí, que tuve necesidad de cambiarme el nombre varias veces. También por otras cosas.

Tengo dos nombres de pila. Además, en mi familia de origen usan un apodo para nombrarme. En la escuela usaron mi segundo nombre. Cuando entré a la universidad, empecé a usar mi primer nombre. Años después, quise con fuerza cambiarme el apellido; así es que soy Silvia Parque.

Silvia Parque

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