domingo, 18 de septiembre de 2011

Apuntes para la base de la Campaña

Me casé con un hombre que no creía en la felicidad. Unos años después, dijo que era feliz conmigo -luego dijo otras cosas, pero me quedo con aquéllo-.

A diferencia de la alegría y del contento, pasajeros y de intensidad variable, veo a la felicidad como una especie de background afectivo, anclado, pero no determinado en su forma, por la satisfacción personal. Cuando los psicólogos que miden, quieren medirla, la convierten en algo así como "bienestar subjetivo", que definitivamente no es lo mismo, pero viene al caso. La Campaña por la abolición de la obligación de la felicidad no se refiere a esta condición, a la que llamaré por el momento: "felicidad afectiva" (término bastante desafortunado, pero que responde a la necesidad de diferenciación). Por supuesto, la Campaña busca la abolición de la obligación de la felicidad afectiva, tanto como la abolición del resto de las expresiones de Felicidad, considerada como un estado... político... instituido dictatorialmente...

Aprovecho para asentar que, evidentemente, estar en contra de la obligación de algo, no significa estar en contra de ese algo. No debería ser necesaria la aclaración, pero ha de serlo, si por ejemplo, estar a favor de la despenalización del aborto se equipara con estar a favor de su legalización y de pasada con: estar a favor del aborto -¿cosa más pueril?-. No tengo intención de oponerme a la Felicidad como estado, porque es mucho más grande que yo, y no soy guerrera -preferí el exilio a resistir la guerra en lo que una vez fue mi ciudad-. Que vivan los que quieran, mientras puedan, en el País de Siempre Felices. Que nos dejen vivir en otro sitio a los demás, y que abandonen sus intenciones colonizadoras.

Silvia Parque

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